Los restos de explosivos continúan amenazando a quienes regresan a lo que queda de sus barrios en Gaza: proyectiles sin detonar, misiles caídos al borde de las calles, artefactos ocultos entre ruinas que pueden estallar con un simple paso en falso.
En el barrio de Al-Rimal en la ciudad de Gaza, uno de los más destruidos, familias enteras han levantado tiendas junto a carreteras flanqueadas por restos de munición. El corresponsal de Noticias ONU habló con la familia Al-Anqar, desplazada desde Al-Shuja'iyya. Entre una montaña de cemento y metal retorcido, Zain y Jude señalan un punto. Fue ahí donde ocurrió la explosión.
“Al mediodía necesitábamos cocinar, así que fuimos a recoger madera, papel y plástico. Levantamos algo que cubría el objeto y luego explotó. No podíamos ver nada y de repente nos encontramos cayendo sobre los escombros, cada uno de nosotros en un lugar diferente", cuenta Zain, con una pierna vendada, una vía colgando del brazo y cicatrices de la metralla por todo el cuerpo.
Jude tiene puntos en la frente y en el centro del pecho, las manos llenas de heridas y cicatrices. “Solo sentimos que volábamos por la fuerza de la explosión”, relata.
Su madre cocina ahora sobre una fogata improvisada junto a la tienda. Vigila cada paso de sus hijos.
“Tememos por nuestros hijos (...)Seguramente muchos restos de la guerra han caído aquí. Lo que les ocurrió a nuestros hijos a causa de este lugar podría ocurrirles a otros. Pedimos a Dios que nos proteja”, dice.
La ONU registra incidentes como este cada semana y alerta que limpiar los explosivos ocultos bajo los restos de miles de edificios será un proceso “largo y complejo”.
Solo 31 camiones que transportaban gas para cocinar entraron al sur de Gaza entre el 10 y el 31 de octubre, según la oficina de Coordinación Humanitaria. Más del 60 % de la población depende de la quema de residuos para cocinar.