Estos 5 hábitos adormecen el cerebro, según un experto de Harvard
Publicado en 18/09/2025 18:05
Salud
Alexander Puutio, profesor de Harvard

Orientarnos hacia hábitos más inteligentes comienza por identificar qué nos frena

El experto advierte que ciertas prácticas muy presentes en la vida diaria reducen poco a poco el rendimiento mental y que el primer paso para evitarlos es identificar cuáles son los que actúan como freno

Un gesto tan simple como dejar la tele encendida hasta tarde puede parecer inofensivo, pero el cerebro lo nota mucho más  de lo que pensamos. Ese tipo de costumbres que repetimos sin darles importancia terminan por pasarnos factura. La mente pierde agilidad y se queda atrapada en dinámicas que restan energía y atención. Al final, lo que parecía un detalle mínimo se convierte en un freno constante.

Alexander Puutio, profesor en Harvard, cuenta en Psychology Today que «estos 5 hábitos cotidianos adormecen silenciosamente el cerebro. Orientarnos hacia hábitos más inteligentes comienza por identificar qué nos frena». Su advertencia pone sobre la mesa que, sin darnos cuenta, muchos de esos frenos forman parte de la vida diaria y minan nuestra capacidad de pensar con claridad.

La mentalidad fija frena la capacidad de mejorar

Cuando alguien se convence de que no es bueno en algo, el bloqueo se refuerza con cada intento fallido. Esa idea de que la inteligencia es estática convierte cualquier reto en una amenaza. Sin embargo, al verlo como un proceso de aprendizaje, la percepción cambia por completo.

Puutio explica que «el hábito que más reduce el rendimiento es tratar el cerebro como si fuera algo fijo». La psicología del crecimiento muestra que el esfuerzo y la estrategia permiten mejorar, incluso en áreas donde parecía imposible. No se trata de tener talento innato, sino de entrenar la mente con la misma disciplina que un músculo.

Este cambio en la actitud se nota muy fácilmente. Un estudiante que asume que puede aprender matemáticas con práctica constante acaba progresando mucho más que otro que piensa que nunca lo logrará. Ese contraste muestra cómo la actitud interna puede marcar la diferencia entre estancarse o avanzar.

El cerebro se apaga cuando no respetamos el sueño

El descanso nocturno es el momento en el que el cerebro ordena la información, repara daños y afianza recuerdos. Saltarse ese tiempo equivale a trabajar con un sistema a medio gas. La consecuencia no solo es el cansancio, sino una pérdida clara de memoria, reflejos y concentración.

El propio Puutio recuerda que «si lo omitimos, el rendimiento se degrada de forma medible, donde nuestra función ejecutiva se entorpece y nuestra toma de decisiones flaquea». El sueño tiene un papel evolutivo tan fuerte que hasta organismos simples como ciertas medusas lo conservan, a pesar de no tener cerebro.

En la vida diaria se aprecia en pequeños fallos. Un conductor cansado tarda más en reaccionar, un estudiante pierde detalles al repasar sus apuntes o un trabajador toma decisiones poco acertadas. En todos los casos, el cuerpo demuestra que necesita esas horas de reparación interna.

El alcohol daña más de lo que aparenta

Un par de copas pueden parecer un simple desahogo, pero el impacto en el cerebro no se limita a la resaca. A largo plazo, el consumo habitual afecta a la estructura misma de las neuronas. El resultado se traduce en una mente menos ágil y en mayor riesgo de enfermedades neurológicas.

Los datos son claros y Puutio señala que «consumir ocho o más bebidas alcohólicas a la semana está relacionado con claros marcadores de lesión cerebral». Incluso cantidades moderadas muestran una relación con daños en tejidos y mayor probabilidad de patologías como la arteriolosclerosis hialina.

Esto se traduce en consecuencias visibles. Una persona que bebe con frecuencia pierde rapidez mental antes de lo esperado, olvida detalles sencillos y procesa la información con menos agilidad. Reducir el alcohol no es un gesto sin importancia, sino que es una forma real de proteger el cerebro.

La falta de estructura agota la mente

Un día sin plazos ni organización puede sonar atractivo, pero en realidad suele convertirse en terreno fértil para la dispersión. El cerebro necesita un marco que marque prioridades, porque sin esa referencia las ideas quedan sueltas y cuesta mucho más avanzar.

Puutio comenta que «los estudiantes universitarios que reportaron niveles más altos de procrastinación también mostraron deficiencias mensurables en la función ejecutiva». El problema, por lo tanto, no es la pereza, sino la ausencia de estructura que obliga a la mente a trabajar sin rumbo.

En la práctica, marcar pequeños hitos y plazos hace que la cabeza entre en ritmo. Algo tan simple como dividir una tarea en bloques y reservar un tiempo concreto para cada parte libera al cerebro de la incertidumbre y le permite centrarse en lo que toca.

El entorno moldea el pensamiento sin que lo notemos

La compañía que mantenemos y los estímulos que recibimos determinan la calidad de nuestros pensamientos. Rodearse de comentarios negativos, críticas constantes o distracciones banales arrastra la mente a un nivel bajoy mantenido en el tiempo.

Puutio explica que «el contexto influye mucho en lo que nuestro cerebro acaba haciendo». Los estudios en psicología confirman que los estados emocionales se contagian y que el contacto continuado con un ambiente pesimista cambia la forma en la que procesamos la realidad.

Esto se percibe con claridad en grupos de amigos o en entornos laborales. Cuando el ambiente es constructivo, las ideas fluyen y la motivación aumenta. Si predomina lo contrario, hasta los más creativos acaban bloqueados. Por lo tanto, a la vista de los resultados, elegir mejor las compañías es, en realidad, una forma de entrenar la mente.

Los 5 hábitos que Alexander Puutio no quiere que tengas en tu vida

  1. La mentalidad fija, que asume que la inteligencia no puede mejorar.
  2. Privarse de sueño, lo que reduce memoria, atención y reflejos.
  3. Consumir alcohol, incluso en cantidades moderadas, porque daña la estructura cerebral.
  4. Vivir sin estructura mental, que favorece la procrastinación y la dispersión.
  5. Rodearse de entornos negativos, que contagian emociones y afectan el pensamiento.

 

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