Por Esteban Jaramillo Osorio
Ni atribuladas, ni humilladas, ni decepcionadas. Perder, para aprender.
Aunque el final malogró uno de los objetivos, el título, y la tanda de penales castigó la meritocracia, Colombia disfrutó el camino de la selección femenina en la Copa América.
El pitazo final demostró que no siempre el balón toma el camino esperado, ni rueda como se quiere.
Nunca fue inferior al compromiso el combinado nacional, al contrario, igual o superior a los rivales, con partidos para recordar como el dramático del cierre ante Brasil y el vibrante frente a Argentina.
Con actuaciones memorables de algunas de sus jugadores, demostrando calidad, especialmente Mayra, Leicy y Linda, con sus monólogos desequilibrantes, batiéndose en duelo abierto con las rivales.
En el juego del título, la pelota fue de un lado a otros, refrescante por la búsqueda del triunfo, con indiscutible capacidad de lucha y resistencia por parte de Colombia. La selección dejó la vida en la cancha.
Martha, la eterna brasileña, cercana a los 40 años, tantas veces la mejor del mundo, acudió al rescate de su equipo cuando Colombia lo dominaba, obsequió dos goles de su inagotable repertorio y falló su lanzamiento en el epílogo.
Leicy Santos, con un golazo salvó el partido en el cierre, pero falló su puntería en la tanda de penales.
*NO MÁS ENGAÑOS*
No es la Selección Colombia la muestra ideal del fútbol femenino. La competencia internacional es una cosa y la liga local, otra.
Lo mismo ocurre con los hombres. Una gran diferencia hay entre los combinados colombianos y el juego que se practica en nuestro medio.
Por eso, inflan el pecho las futbolistas por la forma en que jugaron, como disputaron el cetro, como alegraron la vida de los aficionados. No pueden hacer lo mismo los dirigentes. Solo unos pocos, ya conocidos.