Stefano Leszczynski - Ciudad del Vaticano - www.vaticannews.va
Un espíritu sigue presente en Europa y, a pesar de todo, continúa inspirando en muchos gobernantes el compromiso político y moral por la paz. Es el espíritu de Helsinki evocado por el Papa León XIV al término de la audiencia general de esta semana, recordando que hoy más que nunca es indispensable custodiarlo para «perseverar en el diálogo, reforzar la cooperación y hacer de la diplomacia la vía privilegiada para prevenir y resolver los conflictos». Un llamamiento a la comunidad internacional que el Papa ha querido relanzar desde su cuenta en X @Pontifex.
Un baluarte en las relaciones internacionales
Hoy, Europa celebra el 50º aniversario de los Acuerdos —también conocidos como Acta Final de Helsinki— que en 1975 establecieron la inviolabilidad de las fronteras y la resolución pacífica de los conflictos en las relaciones internacionales. Principios que se han visto puestos a prueba por la invasión rusa a gran escala de Ucrania, iniciada el 24 de febrero de 2022. En aquel momento, la firma del documento por parte de 35 países de los bloques occidental y oriental, entre ellos Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, tuvo lugar durante la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa celebrada en la capital finlandesa. Sobre el papel, el acuerdo sigue siendo un baluarte de las relaciones entre Estados bajo el estandarte del derecho internacional y la colaboración.
En el contexto de la agresión rusa
Fue en ese contexto de aspiración a la coexistencia pacífica donde se formó posteriormente, en 1995, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que con 57 Estados miembros y una serie de estructuras y misiones se convirtió en un elemento importante de las relaciones internacionales en la región tras la Guerra Fría. Para celebrar el 50.º aniversario de los Acuerdos de Helsinki, Finlandia acogió ayer, 31 de julio, una conferencia internacional en la que participaron como ponentes principales el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky, conectado de forma remota, y el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres. Entre los principales temas que se debatieron esta vez destacaron: el refuerzo de la presión sobre Moscú, la coordinación entre Ucrania y Finlandia en la lucha contra la agresión rusa, las reformas de la OSCE y del sistema de seguridad europeo, y el potenciamiento de la capacidad defensiva de Kiev.
Un sistema que resiste a los cambios geopolíticos
La Conferencia de 1975 se considera, con razón, uno de los acontecimientos históricos más importantes en el proceso de distensión de las relaciones entre Oriente y Occidente, y los principios que se derivaron de ella han sabido resistir ante acontecimientos extraordinarios como el fin de la Unión Soviética, la disolución acordada de Checoslovaquia, la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana o la trágica desintegración de la ex Yugoslavia. «Muchas cosas han cambiado desde entonces —recuerda Antonio Stango, fundador del Comité Italiano Helsinki y presidente de la Federación Italiana de Derechos Humanos— pero no siempre para mejor. Tanto es así que, 50 años después, parece que la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, surgida de ese acontecimiento histórico, hoy en día casi no tiene razón de ser. No porque sus principios e ideales hayan dejado de ser válidos, sino porque los instrumentos de que se ha dotado la OSCE se ven regularmente invalidados por la acción de algunos Estados miembros».
Rusia es todavía un Estado miembro
Y, a este respecto, cabe recordar que Rusia, aunque se retiró en 2023 de la Asamblea Parlamentaria de la organización, sigue siendo miembro de pleno derecho de la OSCE. «En realidad, utiliza su pertenencia —señala Stango— para bloquear la agenda de las diferentes instancias de la organización o su presupuesto anual, mientras que uno de los pilares de Helsinki era y debería volver a ser la búsqueda de la paz a través del diálogo y la construcción de la confianza entre los Estados». Pero para construir la confianza se necesitan algunos ingredientes imprescindibles.
Reconstruir la confianza sobre nuevas bases
«Parte del espíritu de Helsinki, justamente evocado —señala Stango—, consistía en establecer de manera muy clara que, para que hubiera confianza entre los socios, era necesario que los Estados respetaran los derechos de sus ciudadanos y no violaran las obligaciones internacionales, los fundamentos de la convivencia entre Estados».
«De ello se deduce —comenta Antonio Stango— que cuando un Estado ataca a otro, viola sus fronteras, anexiona partes de él y continúa durante años una guerra, se invalida el trabajo de una mesa multilateral de seguridad y cooperación, aunque algunas de sus estructuras y misiones sobre el terreno mantengan un papel positivo. Por lo tanto, hay que preguntarse cómo salvar ese espíritu y cómo plantear, en un proceso que llevará tiempo, una reforma orgánica de la Organización». Pensar en una remodelación de la OSCE no parece, por tanto, contradecir la esencia del espíritu de Helsinki, quizá —como deseaba el propio Aldo Moro en los años 70— ampliando aún más la mirada hacia los rápidos cambios geopolíticos que sacuden el Mediterráneo.