Por: Hernán A. Olano Leiva
Independientemente de si le gusta o no el rock, el metal o el heavy metal, seguramente ha escuchado el nombre de Ozzy Osbourne —o lo ha escuchado a él mismo pronunciar, con voz quebrada y profética, la palabra “death” en alguna de sus canciones, ya sea como solista o como líder de Black Sabbath.
El martes 22 de julio de 2025, se anunció la partida del príncipe de las tinieblas a su propia casa. Esto, a menos de un mes de haberse llevado a cabo su último concierto, “Back to the Beginning”, en Birmingham. El adiós de Ozzy no es solo el final de una era: es también una oportunidad para recordar que el fin siempre ha sido una forma de empezar; y revelar lo que, desde la oscuridad, iluminó generaciones.
Con esto, arrancamos este breve recorrido musical, recomendando a usted, lector(a), una canción que habla propiamente de la partida: “Mama, I'm Coming Home”, escrita por Ozzy Osbourne, Zakk Wylde y Lemmy Kilmister (sí, el de Motörhead), y publicada en 1991 como parte del álbum No More Tears.
En ella, Ozzy le canta a su esposa Sharon. Pero también —como suele pasar con las grandes canciones— nos canta a todos. “Volver a casa” no es solo regresar a un lugar físico, es un reencuentro con uno mismo. Después de años de giras y una vida mediáticamente caótica, la canción expresa el anhelo de estabilidad, amor y paz. Se dice que la inspiración surgió del miedo que Ozzy tenía a morir si no se mantenía sobrio. Es un reconocimiento de sus errores y un deseo de enmendarse.
Entonces… ¿realmente las tinieblas nos hablan del mal, o nos hablan sobre la búsqueda de la redención?
Descubrir a Ozzy Osbourne y Black Sabbath fue, para mí, más que una etapa musical: fue un acto de fascinación desde mi niñez que aún me acompaña. Recuerdo estar solo en el cuarto, con mi pequeño celular, poniendo canciones como “Electric Funeral” (1970) y acercando la boca a la bocina para jugar con los efectos distorsionados, imitando ese zumbido apocalíptico como si yo también formara parte de ese universo sonoro. Esa mezcla de horror, asombro y curiosidad por la música y la voz de Ozzy, se volvió casi un ritual. Yo no entendía mucho, pero lo sentía todo. Era un niño que, en ese entonces, no sabía inglés, pero que ya intuía que algo poderoso se estaba diciendo ahí.
Hoy, ya con las palabras claras, entiendo que lo que me estremecía no era solo el sonido, sino la verdad que escondía: esas canciones hablaban del mundo, del dolor, del miedo... y de mí, mucho antes de que yo pudiera ponerlo en palabras.
Si después de escuchar las canciones mencionadas le quedan ganas de seguir explorando musicalmente un poco más —o incluso, si siente que aún no ha escuchado lo suficiente—, le invito a permanecer en esta sintonía y dejarse atravesar con convicción por la mítica voz del nacido en Marston Green. Me gustaría hablarle de una canción emblemática. Por favor, vuelva a “Children of the Grave”, escrita junto a Bill Ward, Terence Butler, y Tony Iommi. En esta pieza, y acompañado con un riff que parece salido de las entrañas de la tierra, Ozzy grita:
- “The children of the grave… will live!”
Esta frase no es solo un grito de rebelión. Es un acto de resistencia. Una advertencia contundente sobre las consecuencias de la negligencia humana, tanto en términos de conflicto bélico, como de daño al medio ambiente. La frase “children of the grave” (niños de la tumba) se refiere a las generaciones futuras que heredarán un mundo devastado si la humanidad no cambia su rumbo por uno mejor.
La oscuridad, para Sabbath, nunca fue sólo estética: fue (y es) protesta, conciencia, revolución. Es luz, solo que vista desde el otro lado.
Black Sabbath no inventó el diablo; inventó la posibilidad de cantarle a él para enfrentarlo. Y Ozzy fue uno de los profetas más salvajes y lúcidos de ese mensaje.
A continuación, le comparto algunas de las canciones que son, personalmente, las que más disfruto de Osbourne; aclarando que las recomiendo no porque sean “las mejores”, sino porque hacen parte de ese starter kit para quien quiera reencontrarle, conocerle y/o escucharle más:
En “Sweet Leaf” (1971), le canta al cannabis con un amor tan puro como psicodélico. No se trata de un escape, sino de un encuentro consigo mismo; mostrándonos que la tos no es un efecto: es real. En “Changes” (1972), se desnuda emocionalmente como pocas veces; pues expresa una tristeza pesada y dolorosa como una oda al paso del tiempo y a lo que perdemos cuando seguimos vivos. En “Paranoid” (1970), esa joya de dos minutos con cuarenta y pico segundos que nació como relleno de último minuto, condensó toda la ansiedad de generaciones. También le comparto “War Pigs” (1970), que no solo es una crítica a la guerra. Es una denuncia apocalíptica. Un juicio sonoro que aún resuena con brutal vigencia. “The Wizard” (1970), enmarcada por un riff de armónica insólito del heavy metal, no habla de poder o violencia, sino de algo diferente que guía y sana. Y por último, “N.I.B.” (1970) … “Oh, ¡yeah!”. Quizá el diablo solo quería ser amado.
Y bueno, si usted no quiere quedarse solo con mis recomendadas (porque tampoco me las sé todas), aquí va una lista de canciones —unas más viscerales, otras más introspectivas— que pueden acompañar este texto, y que valen la pena escuchar hoy, mañana y siempre:
• “You Can’t Kill Rock and Roll” (1981).
• “No More Tears” (1991).
• “Crazy Train” (1980).
• “Sabbath Bloody Sabbath” (1973).
• “Mr. Crowley” (1980).
• “Is God Dead?” (2013).
• “Electric Funeral” (1970).
• “A National Acrobat” (1973).
• “I Don’t Know” (1980).
• “Into the Void” (1971).
• “Under the Graveyard” (2019).
• “Revelation (Mother Earth)” (1980).
• “Dreamer” (2001).
• “The End Of The Beginning” (2013).
Escúchelas. Léalas.
Si quiere entender por qué Ozzy no fue solo un loco frente a las cámaras, un meme o una caricatura de sí mismo, necesita prestarle más atención. Porque, aunque desafinó a veces, su voz cantaba con el alma rasgada, y por eso lo escuchamos. Fue un eco constante de lo que no se decía en la luz: que también en la sombra habita la verdad.
Y si aún le quedan dudas sobre su legado artístico, cierre los ojos al final de este día y escuche cualquier canción suya.
Sienta el rugido. Sienta el dolor. Sienta la rabia. Pero también sienta la esperanza, la fuerza; y también el consuelo que, paradójicamente, solo puede ofrecer la oscuridad cuando es enfrentada con honestidad.
Cierro citando lo que Alejandro Marín dijo en su live del día de hoy:
“Dios creó el mundo en siete días. Y con ello, hablamos de la luz... pero nadie habla de la oscuridad”.
Eso es porque al octavo día… Ozzy creó las tinieblas.